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Arboles muertos y mucha tinta

EDITORIAL: Un festejo y una despedida

EDITORIAL: Un festejo y una despedida

Hace 10 años, a instancias de un amigo, posteaba la primera entrada de este blog. Había varios objetivos en mi cabeza en esos años. Uno era el expresado en ese primer posteo en esta pregunta:

“¿Qué hacemos con todo ese infinito número de hojas de papel (y ahora bits de informacion gracias a la Internet) por las que se han destruido bosques y bosques y que hoy nadie recuerda? ¿Por qué no intentar leer esos otros libros que ya nadie lee?”

Un segundo objetivo, mas personal, era sentirme de nuevo capaz de escribir de manera más o menos frecuente. Acá amerita explicar mi vida en esos años. Me había mudado de Chile a Argenitna en setiembre del 2002, listo para enfrentarme a vivir en pareja, a ser padre y lidiar con la siempre difícil tarea de ser emigrante. Había abandonado el periodismo como profesión con la mudanza (las experiencias profesionales en Chile habían sido decepcionantes, realmente) y, excepto algunos artículos para la revista de cine fantástico La Cosa, escribir se había reducido a lo mínimo. Y poner el blog y obligarme a hacer las reseñas me parecía que era como ir al gimnasio de la escritura, un buen entrenamiento para prepararme para carreras más largas.

Curiosamente, con el tiempo descubrí que este “entrenamiento” se convirtió poco a poco en un espacio vital para poder mover el músculo creativo. Las reseñas de autores olvidados se convertían de a poco en investigaciones en la cultura pop que llevaban de un lado a otro, que daban cuenta de un panorama mucho más complejo que lo que enseñan oficialmente en las clases de literatura. Investigaciones que llevaban a preguntar sobre cómo se hacen los libros, quien los edita, cómo funcionan los mercados, como cambian en el tiempo, cómo tal o cual autor es rescatado del olvido y por qué (pista: la calidad literaria no es condición determinante realmente), etc.

Y también descubrí que había otra gente que le resultaba interesante lo que averiguaba, lo que desenterraba, lo que decía. Gente que en todos estos años han sido determinantes para que siga. A todos ellos, gracias.

Pero, últimamente, sentía que el blog se estaba quedando estancado. Le faltan imágenes. Le falta pegar videos. Le falta hacer notas más largas sobre autores o tendencias o temas. Le falta abrirse a hablar de cine, de comics, de libros de no ficción. Le falta relacionar cultura pop con la realidad. Le faltan otras voces, otras personas que escriban sobre los temas que nos gustan. Le falta un diseño más ágil, que permita buscar notas mejor.

Por eso este blog termina acá. Tras diez años de estar en el mismo lugar en Internet, cambio de dirección electrónica. Confío que todos ustedes me sigan. Espero que la nueva etapa pueda suplir todas las carencias que expuse ahí arriba. Que , aparte de reseñar libros desconocidos o subir una fotonovela bizarra, haya otras exploraciones en el mundo de la cultura pop de derribo. Veamos si lo logramos (si, en plural: vamos a ser varios en el intento =)

Por cierto, los contenidos de este blog no se van. Seguirán aquí disponibles para todo aquel que los quiera ver. Hay demasiado trabajo aquí para desperdiciarlo en una desaparición internética.

Pues lo único que me queda ahora es dejarles la nueva dirección de este blog, para que la pongan en el marcador de su PC y vayan allí a partir de ahora:

 https://arbolesmuertosymuchatinta.wordpress.com/

Señores, Adiós Arboles Muertos y Mucha Tinta

Bienvenido Arboles Muertos Y Mucha Tinta 2.0

El príncipe Alberico y la dama Serpiente. 13 historias fantásticas y macabras

El príncipe Alberico y la dama Serpiente. 13 historias fantásticas y macabras

Autor: Vernon Lee

Colección: Gótica

Edita: Valdemar. Madrid, 2013.

POR ARMANDO BOIX

Violet Paget (1856-1935), más conocida por su seudónimo literario Vernon Lee, es una autora de nacionalidad británica y que escribió toda su obra en lengua inglesa, si bien nació en Boulogne-sur-Mer y residió la mayor parte de sus días en Italia, si no contamos sus abundantes viajes por otros rincones del continente. Famosa en vida por sus ensayos sobre historia del arte, música y estética, hoy se la recuerda sobre todo por sus relatos fantásticos, que aparecieron repartidos, entre otros textos de ficción, en sus cuatro volumenes de cuentos, Haunting: Fantastic Tales (1890), Vanitas: Polite Stories (1892), Pope Jacynth and Other Fantastic Tales (1904), y For Maurice: Five Unlikely Tales (1927), de los que se ha escogido la presente recopilación de trece narraciones, editada por Valdemar con su habitual exquisitez.

Quienes la conocieron la describen como una mujer de superior inteligencia y erudición, de carácter un tanto huraño en sus últimos días, marcados por la sordera que le impedía disfrutar de una de sus mayores pasiones: la música. Sus profundos conocimientos influyeron en su estilo literario, elegante, poético y prolijo, donde se complace en largos pasajes descriptivos que construyen el ambiente de la narración, no sólo en los detalles suntuarios y arquitectónicos, sino también en los paisajísticos y humanos, en especial del mundo rural italiano, donde trascurren buena parte de sus historias.

Sus cuentos tienen un marcado tono legendario, con un pasado siempre protagonista aun cuando la acción del relato se sitúe en la actualidad de la autora, siendo uno de sus temas recurrentes la supervivencia del paganismo sobre añadidos culturales posteriores, no sólo como un sustrato, también como algo todavía vivo y poderoso, con frecuencia amenazante.

Entre ellos podemos citar El príncipe Alberico y la dama Serpiente, acerca de la conexión de una decadente familia de la aristocracia, a través de las generaciones, con un ser feérico que exige completa fidelidad a sus amantes; Dionea, sobre una niña encontrada en la playa de un pequeño pueblecito italiano, presuntamente víctima de un naufragio, que irá revelando, a medida que se transforma en mujer, un enigmático carácter y una inquietante vinculación con las deidades de la antigüedad; o La Virgen de los Siete Puñales, situado en Granada, donde reelabora el mito de Don Juan, cruzándolo con las leyendas moras de tesoros y princesas encantadas, a la manera de Washington Irving.

No obstante el valor de sus narraciones, merecedoras de un lugar de honor en la biblioteca de todo buen degustador del género fantástico, en el lector actual despertarán a lo sumo una leve inquietud, en modo alguno un escalofrío –como sí lo harán los mejores pasajes de su contemporáneos Arthur Machen y M. R. James–. Su intención es más evocadora que aterrorizante, su posición más intelectual que pasional, convencida de la misión ineludible de todo artista verdadero de crear belleza. En consecuencia, sus relatos están concebidos para ser paladeados lentamente, a pequeños sorbos, recreándonos en la sutileza del detalle, en la atmósfera que construyen, plenos de añoranza por un pasado perdido, quizá hermoso, pero con inquietantes sombras agazapadas en sus entrañas

Agente de Bizancio (Agent of Byzantium, 1987)

Agente de Bizancio (Agent of Byzantium, 1987)

Autor: Harry Turtledove

Colección: Omicrón

Edita: Libros del Atril, 1994.

 

Desde pequeño me gustó la historia. Y desde adolescente me gustó la ciencia ficción. Cuanod descubrí que había un subgénero de ésta última llamada ucronía, supe que me iba a gustar. Y así fue: el juego de “¿Que hubiera sido si…?” que las ucronías proponen siempre me resultan divertidas de leer. Es como el juego de las siete diferencias: más allá de la calidad del dibujo, lo divertido muchas veces pasa por ver donde difieren los detalles.

Así que, les voy previniendo, soy proclive a ellas., con lo que mi juicio puede no ser muy ecuánime al respecto.

Pero por otro lado es mi blog y digo lo que se me canta. La ecuanimidad a tomar por culo =)

Yéndonos a este libro lo que encontramos no es tanto una novela sino una serie de cuentos organizados cronológicamente que van describiendo las aventuras de Bassilios Argyros, una suerte de agente secreto que el imperio bizantino tiene durante el siglo XIV. Un siglo XIV muy diferente del nuestro por el hecho que Mahoma nunca fundó una religión sino que se convirtió al cristianismo y terminó siendo venerado como San Mahoma, patrono de los cambios. Sin este acontecimiento, el Islam nunca existió, Bizancio sigue siendo una de las dos potencias mundiales (la otra es Persia zoroastrista, que tampoco ha visto modificada su religión por el Islam) y Occidente es o parte del imperio o bien pequeños reinos semi bárbaros sin peso específico en el orden mundial.

En ese campo vemos como Argyros se convierte en un muy eficiente y despierto agente especial del imperio, que vive aventuras complicadas que no solo resuelve a golpes sino, muchas veces, con inteligencia. Y en el camino se va topando con descubrimientos como la pólvora, el catalejo, la imprenta, la vacuna contra la viruela y hasta la negociación sindical (en el cuento que particularmente me gustó por el aire de farsa soterrada que tiene. Uno no ve seguido a James Bond haciendo de árbitro en paritarias). De hecho parece que uno de los cambios ocurridos es que los avances científicos no pasan por Bizancio, lo que hace preguntarse cómo son tan poderosos.

De hecho la principal crítica que hacerle al libro es la que destacan en esta reseña: parece que, en realidad el imperio no se ha movido casi socialmente desde la Alta Edad Media como si nada hubiera cambiado desde el reinado de Justiniano, ochocientos años atrás. Una crítica que me parece válida.

Ahora, obviando eso, el libro es una buena ucronía, con un protagonista que madura y evoluciona cuento a cuento, pasando de un tipo entusiasta en sus inicios a alguien con cierto cinismo incorporado en su pensamiento. Y con la aparición de varios secundarios muy bien armados (el burócrata egipcio que quiere a toda costa que se solucione el problema de la huelga sin arriesgarse ni un poco en su puesto, el fabricante de pólvora con nervios de acero, el médico cínico y ateo con un pasado que lo ha dejado así, y sobre todo, la fabulosa agente secreta persa, verdadero número opuesto de Argyros), el resultado es una sucesión de historias que se leen de un tirón, disfrutándose a cada momento.

Nada que decir. Si pillo más ucronías escritas por Turtledove, las voy a leer.

El desquite de Yañez (La rivincita di Yañez, 1913)

El desquite de Yañez (La rivincita di Yañez, 1913)

Autor: Emilio Salgari

Colección: Los piratas de Malasia n° 11

Edita: Gahe, 1975

 

Habíamos dejado en el tomo anterior a Yañez y su grupo de seguidores escondido en las cloacas de su antigua capital, incendiada por las fuerzas de su enemigo, el Rajah Sindhia, esperando que llegara Sandokan con refuerzos para salvarlo. Cosa que ocurre al principio, con los Tigres de la Malasia haciendo un “blitzkrieg” con una arremetida de elefantes y armados con ametralladoras que masacra a las fuerzas rivales. Y, por si no fuera suficiente, diseminan el cólera en el campamento enemigo. Así , sin que haya algún tipo de escrúpulo de su parte.

En fin, la cuestión que igual escapan con Yañez y su gente a una colina donde se atrincheran mientras mandan a un mensajero a hablar con los montañeses que protegen a la princesa Surama (esposa de Yañez y legítima reina de esas tierras de Assam). Y por supuesto, le toca la tarea a Kammamuri – lo que lo convierte en el verdadero protagonista de la última trilogía de los Tigres de la Malasia, la verdad sea dicha - . Kammamuri se mete en medio de la jungla de Bengala, enfrentando terribles peligros y logra al final llegar con los montañeses, que aparecen a tiempo para derrotar a Sindhia y sus hombres. El rajah vencido prefiere pegarse un tiro antes de enfrentarse a la derrota. Todo queda bien. Fin.

Si, un poco previsible lo sé. Se nota claramente que Salgari estaba agotado de explotar a sus piratas y trabajaba por la magra pitanza que no le alcanzaba (no por nada poco después de terminar este libro y antes de verlo publicado, se suicidó haciéndose un harakiri y dejando una carta a sus editores donde básicamente los tildaba de chupasangre). Y sin embargo, no puedo dejar de sentir que es un final digno para la serie, un “vivieron felices para siempre” más que aceptable. Cierro el libro con orgullo: me pasé décadas para saber cómo terminaba la historia de Sandokan, Yañez y compañía y la verdad es un buen final. NO apoteótico pero decente.

Un grosso, Salgari.

Trágico safari

Trágico safari

Autor: “Alar Benet” (seudónimo de Juan Alarcón Benito)

Colección: Congo n° 3

Edita: Bruguera, Barcelona, 1955

 

Harry Lamborn es uno de los guías de safaris mas conocidos de la zona de Uganda. Cuando decide llevar a Alicia y Peter Collins a hacer unas mediciones a la jungla, no sabe en lo que se mete. Cuando unos misteriosos atacantes aniquilan su safari (sobreviviendo solo Harry, Alicia y la mano derecha del guía, Kalahari), Harry debe no solo sobrevivir en la peligrosa jungla, sino desentrañar la conspiración tras esa masacre. Una conspiración que involucra potencias extranjeras, espías y minerales radioactivos en la jungla. Todo eso, mientras hay un misterioso personaje ayudándolo y otro que lo quiere ver muerto. ¡Ah! Y con una relación en la que no sabe si Alicia es amiga o enemiga… pese a que ambos corazones empiezan a amarse…

A mediados de la década de 1950, con África todavía como un continente colonial – aunque ya se veía que llegaba la independencia – los clisés de la literatura de la jungla tenía suficiente tirón todavía para generar colecciones de cultura popular como la brugueriana “Congo”, del que está novela es el único ejemplo que tengo. Como corresponde aquí tenemos al típico Gran Cazador Blanco, que resuelve todos los entuertos, con los negros de comparsa. Reconozcamos eso sí que en este caso particular, es un Gran Cazador Blanco absolutamente carente de racismo: su mano derecha es una persona tan valiente, abnegado y compañero como él, solo que casualmente es negro. Y el color de la piel no delimita categorías de superioridad e inferioridad en la historia. En ese sentido, el autor merece mi respeto.

Hablando de éste, Juan Alarcón Benito parece ser o haber sido – no sé si vive o no – uno de esos todo terreno que trabajó tanto en televisión (en la serie Crónicas de pueblo, una serie española de los setentas que muchos adjudican como abanderada del tardofranquismo en su ideología, al menos eso leo en la Internerd) como escribiendo novelas, obras de historia y cosas de pseudociencia, entre otras cosas. Si alguien sabe más, pues bienvenido.

Ah y la tapa de Bosch Peñalva , una delicia al ojo.

Sin que vaya a cambiar la vida, fue una novelita entretenida.

Los invisibles

Los invisibles

Titulo original: ¿?

Autor: “Andreé Vertiol”

Colección: Celeste

Edita: Voluntad, Madrid, ¿? (¿1910?, ¿1920?)

 

Sudhermania es igual que Suecia con la exclusiva diferencia que es un reino católico y no protestante. La dinastía gobernante tiene lazos con un reino extranjero y hay un grupo de malvados librepensadores –cuyo jefe es el primer ministro- que subrepticiamente quieren esclavizar al pueblo sudhermaniense, tan católico él, a una tiranía atea y subordinada al extranjero. Pero por suerte, existe una sociedad secreta, los Invisibles, que están haciendo todo lo posible para detenerlos y poner en el trono al valiente gran duque Erik, que respetará las tradiciones , cuidará las libertades y protegerá la sagrada religión.

Sí, suena muy lindo pero en realidad el libro es una intriga palaciega bastante mala, donde los personajes declaman una y otra vez sus sentimientos contradictorios y sus intenciones peor donde realmente pasa poco y sin demasiado interés.

El autor es en realidadu na autora. Genieveve de Cezac (1877- 1955) fue una escritora todo terreno que trabajó en revistas y editoriales de Francia entre 1909 y 1948. No sé mucho más de ella. Hay un libro más en la biblioteca esperando leerse, pero creo que me tomaré  su tiempo.

Y disculpen la brevedad de la reseña. Cero tiempo estos días y, realmente, no había mucho que decir de este libro.

 

 

La caída de un imperio (La caduta di un impero, 1911)

La caída de un imperio (La caduta di un impero, 1911)

Autor: Emilio Salgari

Serie: Los piratas de la Malasia n° 10

Edita: Gahe, 1972

 

La traición rodea a Yañez y Surama. Sus guardias se han cambiado de chaqueta y apoyan al ex raja Sindhia. Una insurrección de parias y gente de mal vivir está atacando y arrasando sus ciudades. La única solución de Yañez es esconderse en el gigantesco sistema de drenaje de su capital con sus fieles mientras Kammamuri sale en una arriesgada escapada para conseguir que Sandokán y sus Tigres de Mompracem lleguen a ayudarlos…

La penúltima novela del ciclo de Sandokán levanta en calidad sobre la anterior. Básicamente porque pasan cosas. Hay encerronas, huidas desesperadas, la sensación que todoso están en contra de Yañez y , por sobre todo, un papel protagónico en buena parte de la historia de kammamuri, que pasa de secundario recurrente a protaognista de buena parte de la historia. La secuencia donde corre a a toda velocidad en un tren mientras la jungla a su alrededor es achicharrada por sus enemigos es de lo mejor que escribió Salgari (lo que no es poco decir).

Como toda segunda parte de una trilogía , la historia termina en un continuará angustiante… ¿Llegará a tiempo Sandokan? ¿Sindhia logrará capturar a Yañez en las cloacas de su ciudad? ¿o el incendio de ésta se extenderá por debajo? ¿Y que pasará con Surama y el pequeño príncipe Soares? En fin, lo voy a saber con el próximo libro, final de la saga de los piratas de la malasia, algo que llevo esperando hacer desde mas de 30 años. Paciencia que estamos ahí nomás…

 

Soy leyenda

Soy leyenda

Por ARMANDO BOIX

 

Título original: I am Legend, 1954

Autor: Richard Matheson.

Traducción: Manuel Figueroa.

Edita: Minotauro, Buenos Aires, 1960

 

Los años cincuenta resultaron una época de gran esplendor para la ciencia ficción, absorbiendo el interés de la mayoría de aficionados a la literatura fantástica y no pocos escritores profesionales —es significativo recordar nombres como Ray Bradbury, Frank Belkap Long o Henry Kuttner, en un principio autores de relatos de terror, que paulatinamente dejarían el género de lado para escribir ciencia ficción en exclusiva—. De todos modos, el cuento de miedo en su forma más breve aún tuvo refugio en algunas revistas de ciencia ficción de miras amplias, como «The Magazine of Fantasy & SF», editada por Ferman, o en revistas de misterio como «Ellery Queen Magazine». Richard Matheson, narrador extraordinario y luego solicitado guionista de cine y televisión, se convirtió en una presencia constante en sus páginas con historias que luego recogió en antologías de invariablemente trece relatos:Third from the Sun (1955), The Shores of Space (1957) o su serie Shock (1961-1980).

La ciencia ficción de los cincuenta, si no en su vertiente literaria si en la cinematográfica, es esencialmente terrorífica. Los viejos y apolillados espectros y hombres lobo fueron sustituidos por extraterrestres o mutantes radioactivos, pero el fin perseguido seguía siendo arrancar un chillido de espanto al espectador. Matheson, al plantearse su primera novela sin cerrar los ojos al aspecto comercial, no debió considerar mala idea escribir una historia de horror, siempre y cuando ésta tuviera un conveniente rebozo de ciencia ficción.

Soy leyenda (I am Legend) apareció publicada en 1958, directamente en forma de libro, hecho no tan usual entonces como ahora, cuando la mayoría de la ficción de género vivía confinada en el marco de las revistas. Argumentalmente es una novela de vampiros, pero no en la tradición fantástica procedente del romanticismo que cristalizaría en el Dracula, de Bram Stoker; Matheson enfoca el tema desde un punto de vista racionalista, heredado de su condición de autor de ciencia ficción, e intenta explicar de un modo plausible la infestación vampírica que ha transformado a la humanidad. Su protagonista, Robert Neville, el último hombre sobre una Tierra poblada de vampiros, cree en su existencia —cómo negarlo—, aunque se resiste a aceptar las leyendas supersticiosas en torno a ellos. Encerrado en su casa con un microscopio y un montón de libros, buscará el porqué de la epidemia y, a ser posible, intentará hallar el remedio. Tal vez sea éste el punto más débil de la novela, al suponer que un hombre solo, mal equipado y sin preparación previa sea capaz de llegar a conclusiones a las que toda la comunidad científica permaneció ciega.

Pero Neville lo consigue, quizá ayudado por la fortuna. En la sangre de los vampiros descubre una bacteria a la que él es inmune, vacunado casualmente por el mordisco de un murciélago enfermo, años atrás. La bacteria pasa al estado de espora y en el caso de que el vampiro muera y se descomponga, se dispersa por el aire y contamina a otras personas. También encuentra Neville explicación a muchas de las limitaciones de la condición vampírica: al contrario que las balas, la estaca les mata, aunque también lo hace cualquier arma que mantenga la herida abierta, pues no es la hemorragia lo que acaba con el vampiro. Mientras permanece el bacilo en la corriente sanguínea es anaeróbico y vive en simbiosis con el vampiro; cuando una herida abierta permite el contacto del aire con la sangre el germen se convierte en aeróbico y se interrumpe la simbiosis, para pasar a consumir a su anfitrión, de ahí la rápida disolución del vampiro atravesado por la estaca.

Otras reacciones del vampiro son atribuidas por Neville a una ceguera histérica. Para su terror, el infectado muere sabiéndose condenado a un renacer como vampiro; al producirse este regreso de un modo traumático, enterrado en una tumba de la que deberá salir con enorme esfuerzo, el vampiro cree realmente en todo lo que su propia superstición le dicta y temerá la cruz porque se supone que debe hacerlo...

No obstante, por encima de esta primera lectura superficial, yace otra con el verdadero tema de la novela, una reflexión sobre la soledad y la condición monstruosa de lo extraño. Ya en su primer y famoso relato, Nacido de hombre y de mujer (Born of Man and Woman; 1951), Matheson narraba en primera persona el dolor y la incomprensión de un horrible mutante ante cuya presencia los mismos padres se sienten aterrorizados. En la que será su segunda novela, El hombre menguante (The Shrinking Man; 1956), recalará de nuevo en el tema, presentándonos a un hombre condenado, por su progresiva disminución de tamaño, a perder el contacto con sus semejantes.

Al protagonista de Soy leyenda no parece preocuparle el fin del mundo conocido, de una civilización, puesto que en ningún momento ocupa este asunto sus pensamientos; como individuo lo que le atormenta es haberse convertido en una singularidad y que toda comunicación con otros seres humanos, incluso la más sencilla, le esté vedada. Neville se acoraza contra este sentimiento refugiándose en su cruzada contra los vampiros y en el alcohol, en un ansia autodestructiva que no se atreve a consumar por su propia mano. Pero el dolor permanece y esto lo saben sus enemigos, que cada noche le tientan con vampiras de lúbricas poses para hacerle abandonar su búnker. Inevitablemente, será esa necesidad de compañía la que traerá la perdición de Robert Neville.

Si, con enorme dolor, necesitara desgajar un capítulo de Soy leyenda para quedarme sólo con uno, escogería aquel en el que el solitario Neville encuentra un perro vagabundo y, desesperadamente, como el naufrago que se agarra a un tablón entre las olas, intenta ganarse la amistad del aterrorizado animal, que le rehuye. Consigue Neville tenderle una trampa para capturarlo y llevarlo consigo a casa. Acostumbrado a huir de los vampiros, el perro es presa del pánico, y todos los esfuerzos de Neville para calmarlo parecen infructuosos, hasta que...

«A eso de las once Neville sacó lentamente la colcha descubriendo la cabeza del perro.

»Durante un rato el animal trató de escapar a las caricias. Pero Neville le puso una mano en el cuello, y lo rascó y acarició con la otra, suavemente.

»—Pronto estarás bien —murmuró—. Muy pronto.

»El perro lo miró con ojos apagados y enfermos, y luego sacó la lengua y lamió la palma de Neville.

»Neville sintió que algo se le quebraba en la garganta. Miró al perro silenciosamente. Las lágrimas le corrieron por las mejillas.

»Una semana más tarde el perro había muerto».

Este párrafo es un ejemplo perfecto de la gran sensibilidad de Matheson como escritor. Difícil es conseguir mayor emoción con tanta economía de medios, cosa que Matheson repite a menudo en sus obras, poco abundantes pero de indiscutible calidad.

Pese a lo expuesto, no hay que suponer que el carácter reflexivo y melancólico de muchos pasajes de la novela la convierte en morosa y difícil de leer. Matheson hilvana las escenas con extraordinaria destreza, saltando hacia adelante y hacia atrás en el tiempo para equilibrar los momentos más lentos con otros activos, dando «aire» a una historia de por sí claustrofóbica.

En uno de los capítulos más memorables de la novela, Robert Neville se retrasa en las calles de la ciudad tras haber pasado la tarde en su principal ocupación: destruir vampiros que yacen en su letargo diurno. El crepúsculo se le echa encima y, pese a lanzarse a una alocada carrera para alcanzar su refugio, los vampiros despiertan y se lanzan en su persecución. Aunque nunca ha sido su principal interés, cuando se lo propone Richard Matheson demuestra una verdadera maestría en la creación de escenas de acción y en mantener la tensión de los lectores. Realmente me extrañaría que alguno fuera capaz de despegar la vista de las páginas hasta saber cómo acaba esta escena, de gran intensidad.

Más resbaladiza a la hora de analizarla es la posición de Richard Matheson respecto a la «monstruosidad». Pese a que podría parecerlo en un principio, frente a otras obras paranoicas de la época Neville no se nos presenta como paladín de la normalidad ante una transformación insidiosa de su entorno —o cómo el buen americano debe temer las acechanzas del comunismo, en la línea de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) o Invasores de Marte (1953)—; muy al contrario, la conclusión de la novela es que Robert Neville se halla en un error al tratar de oponerse al cambio, pues él es el verdadero monstruo, la anomalía en una nueva sociedad formada por vampiros. Tal razonamiento no deja de resultar tan peligroso como el de las pesadillas maccarthistas arriba mencionadas. ¿Qué deberíamos leer en Soy leyenda? ¿Que es preciso aceptar la norma común aunque nos resulte aborrecible? ¿Que toda disidencia se convierte en una aberración destinada a ser borrada del mapa?

En este punto no estoy seguro de interpretar de forma correcta la novela, que podría contemplar como reaccionaria si mi experiencia de la restante obra de Richard Matheson no me hiciera desechar la idea. Más acertado sería suponer que, al condenar a Robert Neville, lo que hace Richard Matheson es recordarnos la relatividad del término «normal», y que incluso lo más extraño debe ser aceptado, pues puede convertirse en regla en otra sociedad con distinto conjunto de valores, ni mejor ni peor que el nuestro.

Soy leyenda ha sido adaptada en tres ocasiones al cine con no muy buenos resultados. La primera es L’ultimo uomo della Terra (1964), una coproducción italo-norteamericana dirigida por Sidney Salkow y Ubaldo Ragona, con Vincent Price, y Franca Gettoia en el reparto. El guión corrió a cargo del propio Matheson, quien, en desacuerdo con las modificaciones posteriores, se negó a firmar con su nombre y figuró en los créditos con el seudónimo de Logan Swanson. Mucho más conocida es la posterior El último hombre... vivo (The Omega Man; 1971), dirigida por Boris Sagal y protagonizada por un Charlton Heston en vena postapocalíptica tras el éxito de El planeta de los simios (The Planet of the Apes; 1968), esta vez sin ninguna participación de Richard Matheson. The Omega Man desvirtúa completamente el original de Matheson, tanto en el tono —sombrío y reconcentrado en la novela; luminoso y repleto de acción en la película—, como en el argumento, donde se transforma a los vampiros en mutantes creados por una guerra bacteriológica (sic). La adaptación más reciente data de 2007, con dirección de Francis Lawrence y protagonismo de la estrella Will Smith. Fue una película que, sin arrasar, sí funcionó bastante bien en taquilla, aunque la respuesta de la crítica no fue tan positiva. Tampoco los admiradores de la novela se mostraron complacidos, al encontrarse con una obra que, una vez más, traicionaba el original hasta desvirtuar por completo sus intenciones. Así pues, que el lector curioso huya de los videoclubs si desea conocer esta historia y corra a buscar el libro. Me lo agradecerá.

Revista ¡Alerta! N° 121

Revista ¡Alerta! N° 121

Editorial: Ercilla, Santiago de Chile, 27 de abril de ¿1937?

 

Como en todos lados, en Chile durante mucho tiempo hubo publicaciones dedicadas a publicar novelas de literatura para consumo masivo, con autores de todo tipo y factor. Esta revista fue una de ellas. Cada una traía novelas completas además de algún cuento y artículo. La calidad editorial no era nada del otro mundo, sin imágenes interiores y con una tapa que, comparado con revistas del mismo período en otros países, es de una baja calidad.

Pero por supuesto lo interesante de este número son los contenidos. Específicamente por la novela publicada en este número: La Bruja de los muñecos, traducción poco imaginativa del título original ¡Burn, witch, burn!, la novela de Abraham Merritt publicada en 1932.

Merritt, un autor poco conocido hoy día, fue durante las primeras décadas del siglo XX uno de los autores más exitosos que incursionaban en el género fantástico por esos años, siendo una suerte de puente entre los narradores de historias de fantasmas del final de la época victoriana y los narradores de la Weird Tales. Y es extraño, porque, a juzgar por esta novela, debería todavía captar lectores. Merritt tiene una prosa bastante tersa y que no parece haber envejecido con el tiempo. Y, si bien a estas alturas la historia que cuenta es un clisé (ya van a ver) hay que tener ne cuenta que EL  fue el que usó ese clisé por primera vez. O sea, todos los demás le robaron la idea. No es menor.

¿Y de qué va la novela? Pues que unas muertes misteriosas agobian al doctor de un hospital. Un joven mafioso que muere extrañamente es el primero en llamarle la atención al médico. Éste, junto al jefe del finado, un “capo mafiosi” con el que hace muy buenas migas, comienzan a ver que hay mas extrañas muertes , todas relacionadas con una extraña fabricante de muñecas. Cuando el propio capo es atacado por lo que parece ser un muñeco que se mueve con vida propia, las cosas comienzan a ir hacia terrenos muy poco científicos. En síntesis, que la señora es una bruja que crea muñecos vivientes (y que cumplen sus órdenes) a partir del uso de personas vivas. Y que , además, tiene unos poderes hipnóticos más que respetables.

Sí, señores: antes que Annabelle, Antes que Chucky, antes que el muñeco ventrílocuo malvado del episodio de la Dimensión desconocida, aquí está el origen del subgénero del “muñeco maldito”. Y, como dije, se puede leer de una manera muy divertida hoy día. Eso sí, busquen otra versión porque en la revista mutilan la novela sacándole el prólogo y el último capítulo. Un bajón. Peor no se preocupen: Valdemar tiene edición reciente de la novela y, si se atreven a la lengua de Shakespeare, se puede leer online en el Proyecto Gutenberg.

Como bonus, la revista trae una artículo sobre los tres mores de Mary Pickford (la estrella de cine mudo) y un cuento corto llamado El espiritismo en el castillo de Henry Falk (que por lo que he podido averiguar era un autor de cuentos humorísticos del período) que es básicamente un chistecito medianamente jocoso sobre las creencias espiritistas.

Definitivamente voy a tener que pillar la edición completa del libro de Merritt.

 

No sé si he sido claro y otros cuentos (1985)

No sé si he sido claro y otros cuentos (1985)

Autor: Roberto Fontanarrosa

Edita: De la Flor, Buenos Aires, 1998

 

Decir a esta altura que Roberto Fontanarrosa era uno de los mejores humoristas que la lengua española diera en el siglo XX (a la altura de tipos como Jardiel Poncela, Gila y César Bruto) por su manejo de la sátira y su maravillosa habilidad para reflejar el hablar cotidiano del argentino medio en sus cuentos e historietas, ya es una perogrullada.  Uno sabe que se va a reír cuando toma en sus manos una de sus obras. Que es lo que me pasó aquí: los cuentos de este libro me sacaron más de una carcajada.

Uno podría dividir básicamente a los cuentos del libro en dos categorías: las parodias de géneros o estilos informativos y aquellos cuentos que juegan con los tópicos locales de la cultura popular de Argentina como el fútbol o el tango. Los primeros demuestran la habilidad de Fontanarrosa para parodiar generos y estilos literarios. Así cuantos como “Viaje la país de los naninga” o “Cinco hombres en la cabaña” (una demoledora parodia de los cuentos de Jack London) son ejercicios donde los elementos tópicos son retorcidos y reducidos al absurdo de maneras increíbles.

La segunda vertiente tiene el problema de que necesitan de cierto contexto local para disfrutarse plenamente. NO están escritos en castellano neutro sino que aprovecha muchas veces de argentinismos. Además hay contextos, referencias, detalles que son disfrutables solo por el que conoce bien la cultura argentina. Ahora, si uno puede obviar ese problema el disfrute es pleno. Cosas como “Experiencia en El Cairo” (un cuento perteneciente a su ciclo de la mesa de los galanes, tal vez el mejor reflejo de la conversación masculina de café que se me puede ocurrir) o el relato que titula al libro son obras que pueden se medio abstrusas para el extranjero pero que un argentino no puede dejar de disfrutar.

NO tengo que agregar que si quieren pasar un buen rato riéndose, este libro cumple con creces. Si nunca lo probó, vaya y lea este libro (o algún otro o las historietas) del Negro Fontanarrosa. Se va a reir.

 

Una señora sofisticada

Una señora sofisticada

Autor: George Doyle

Colección : Videos eróticos n°3

Edita: R.R., Buenos Aires, 1985

 

Jane es la esposa de un joven ejecutivo, recién llegada a Nueva York. Con una vida normal de clase alta, placentera y bien llevada. Sin sorpresas… hasta que conoce a la esposa del jefe de Mark, Barbara, una señora elegante y sofisticada que le hace descubrir un mundo de posibilidades mucho más amplia que la monogamia que tenía hasta el momento.

Si, volvemos a retomar otro librito de bolsillo de los que salían en Argentina durante el destape producido durante el gobierno de Raúl Alfonsín, donde el sexo es puro y duro. Como muchos de los libros de la editorial, estas novelitas realmente recordaban en tono y estructura a los filmes clásicos del cine XXX de esos años, con un intento bien estructurado de contar siquiera brevemente una historia con introducción, nudo y desenlace… obviamente con otras introducciones de por medio. Y siempre haciendo historias ambientadas en ese universo de ricos y famosos yanquis que es más un producto de fantasía que realidad.

En ese sentido, esta novela cumple dignamente. Está bien escrita, con personajes con un esbozo de personalidad y con escenas de sexo que están claramente construidas y que cumplen con la función de calentar al lector. Cumple dignamente su objetivo, que es leerse con una sola mano. Aunque claro que el marido y ella no digan nada después de estar en una fiesta swinger cada uno por su lado es más increíble que ver “Gandhi 2: la venganza”.

Por cierto nadie sabe nada de esta editorial y de estas novelas. Nada aparece en internet. ¿Alguien sabe algo?

 

MÉDICOS, POLICÍAS Y VAQUEROS: Una aproximación a la figura de Max Brand

MÉDICOS, POLICÍAS Y VAQUEROS: Una aproximación a la figura de Max Brand

por Armando Boix

 

Cuando en el ya lejano 1917 Robert Hobart Davis, director literario de la cadena de publicaciones de Frank A. Munsey —entre las que se contaban «The Argosy», «All-Story» o «Cavalier»— vio entrar en su despacho a un joven de veinticuatro años llamado Frederick Shiller Faust con una carta de recomendación, debió sentir, imagino, una justificada irritación. Davis recibiría a diario docenas de manuscritos de aspirantes a escritor y no pocas visitas como aquella. Optó entonces por una estratagema para librarse de Faust: entregarle un manojo de papel y sugerirle una trama, pidiéndole que volviera cuando hubiera escrito la historia. Su sorpresa fue enorme al verle regresar, antes de terminar el día, con el relato concluido con un acabado perfectamente profesional.

Aquel relato, Convalescente, fue la primera obra publicada de Frederick Faust, más conocido por el lector norteamericano como Max Brand, en su época uno de los más populares escritores del género western, a la altura de Zane Grey, otro autor que inició su andadura en las revistas pero mucho más conocido en España, y por encima de otros especialistas como Walt Coburn, Ernest Haycox, W. C. Tuttle o Clarence Mulford.

Faust era un joven universitario de extraordinaria cultura, fascinado por la antigüedad clásica y con aspiraciones de poeta, nacido en 1892 en Seattle. Aunque su inclinación natural no le dirigía hacia la literatura «barata», no pudo elegir mejor el campo de su trabajo. Desde mediados del siglo XIX el western se había convertido en el género más genuinamente americano gracias a las primeras dime novels —el nombre procedía de la moneda de diez centavos—, que popularizaron las figuras de diversos aventureros del oeste cuando aún vivían, como Buffalo Bill o Calamity Jane, de modo tan exagerado que ni ellos mismos debían reconocerse, aunque en algún caso se aprovecharan de la fama.

Faust no recurrió a figuras históricas para sus narraciones, ni siquiera los parajes en las que discurren pretenden reflejar localizaciones muy pronto célebres en el imaginario popular. Lo cierto es que estaba muy poco interesado en el Oeste real y sus novelas se caracterizan por su tono mítico, que trasladan en buena medida las leyendas de la antigua Grecia, con toda su magia y violencia, al escenario de la frontera. Así, su Hired Guns es una particular versión de la Iliada, Trailin del drama de Edipo y Pillar Mountain de la historia de Teseo. Otro claro ejemplo es el ciclo protagonizado por Dan Barry, en el que Faust aúna el western tradicional con el género fantástico. La primera novela de esta serie —y primera también en aparecer en forma de libro— fue The Untamed (1919), a la que siguieron pronto The Night Horseman (1920), The Seventh Man (1921) y Dan Barry’s Daughter (1923).

No obstante lo expuesto, no debemos magnificar la figura de Faust usando como baremo su éxito comercial. Por cuanto he podido juzgar, y teniendo siempre en cuenta que la muestra publicada en España es insignificante, la obra que firmó como Max Brand no es en modo alguno un prodigio de estilismo literario —si lo fuera, seguramente no habrían cosechado ese éxito—. Su prosa es puramente funcional, sin alardes formales, con el diálogo como eficaz protagonista, en forma de frases breves, sencillas, aunque no pocas veces ingeniosas; un estilo no muy lejano al que pronto aplicará la «escuela dura» del relato policial norteamericano. Las tramas, desarrolladas de forma lineal, están construidas de forma que guían al lector sin esfuerzo y, aun al que muestra poco interés, lo deja intrigado por saber qué sucederá tras el final de cada capítulo, que el autor suele cerrar en el momento oportuno para obligar a seguir adelante.

Si bien las revistas pulp no eran muy generosas a la hora de pagar a sus autores, se dice que Faust ganó la sorprendente suma de 8.281 dólares en sus nueve primeros meses como autor, ingresos que debió ver multiplicados con su inmediato salto a la edición en libro. Pero lo más importante es el altísimo ritmo de trabajo que mantuvo a lo largo de su vida, hoy casi inverosímil, publicando alrededor de treinta millones de palabras, para las que utilizó, aparte del de Max Brand, un gran número de seudónimos, como Frederick Frost, Walter C. Butler, Martin Dexter, George Owen Baxter, David Manning, Johan Frederick, etc.

Enriquecido, se trasladó a vivir a Italia, donde, cómodamente instalado en una villa renacentista cerca de Florencia, dedicaba media jornada a sacar un folio tras otro de su máquina de escribir, con facilidad pasmosa, y el resto a componer a mano y morosamente sus poemas de gusto clásico, su verdadera vocación y las únicas obras que firmó con su nombre —aunque nunca obtuviera ningún reconocimiento por su poesía, mientras sus novelas como Max Brand eran seguidas con fidelidad por millones de lectores—.

Pese a su éxito como autor del Oeste, Frederick Faust no se acomodó a las fórmulas fáciles y exploró también otros géneros. Al tema de las civilizaciones perdidas dedicó las novelas The Garden of Eden (1922) y The Smoking Land (1937), y fue autor, entre los años 1935-36, de una serie de relatos negros de carácter humorístico, protagonizados por los sargentos de policía Angus Campbell y Patrick O’Rourke, para la revista «Detective Fiction Weekly». También obtuvo una extraordinaria acogida con la creación del doctor Kildare, protagonista de una serie de ambiente médico, que muchos años después llegaría a la televisión, como tantos héroes literarios de entreguerras —El Santo y Perry Mason son ejemplos paradigmáticos—.

Las novelas de Max Brand fueron llevadas a la pantalla en bastantes ocasiones, en especial con Tom Mix, la estrella western del momento, como protagonista. De todos modos, su obra con mejor adaptación cinematográfica es Destry Rides Again (1930), rodada en 1939 por George Marshall —y estrenada en España como Arizona—, con James Stewart y Marlene Dietrich en sus papeles principales, sobre una atípico sheriff que consigue mantener el orden en su ciudad sin recurrir a los revólveres. El citado Dr. Kildare fue objeto de toda una serie de dieciséis largometrajes de la MGM, con Lew Ayres en el papel de Kildare y Lionel Barrymore como su compañero doctor Gillespie. La primera película de esta serie, Internes Cant’t Take Money, data de 1937, y la última, Dark Delusion, de 1947.

En sus últimos años el mismo Faust se trasladó a Hollywood y trabajó para la Warner Bros. y la MGM como cotizado guionista —colaboró con William Faulkner en Adventures of Don Juan—, aunque la II Guerra Mundial, que le había hecho salir de Europa, le apartó pronto de esta actividad. Como tantos escritores norteamericanos, Frederick Faust se incorporó a la contienda no con las armas en las manos, sino con el cuaderno de notas del corresponsal, quizá por su conocimiento del escenario.

Desgraciadamente encontró la muerte en el desempeño de esta tarea en Italia en 1944

Kaspa, el Hombre León (The Lion´s Way, 1931)

Kaspa, el Hombre León (The Lion´s Way, 1931)

Autor: C. T. Stoneham

Colección: Biblioteca Oro (serie Azul) nro. 166

Edita: Molino Argentina, Buenos Aires, 1941

 

En el casi inextinguible subgénero de los tarzanidas, Kaspa ocupa un lugar máso  menos privilegiado. Esto se debe principalmente a la versión cinematográfica del personaje, que dio a conocer a Larry “Buster” Crabbe como héroe de acción y rival de Johnny Weismüller en el área de los señores que se cuelgan de las lianas y andan en taparrabos.

Pero previamente Kaspa había sido el protagonista de esta novela (en la que la película está basada) escrita por Charles Thurley Stoneham, un británico que además de escribir, era naturalista y cazador profesional. El éxito de ella le permitió convertirse en un prolífico autor en las tres décadas siguientes, con éxito a ambos lados del Atlántico, para desaparecer a finales de los años sesenta, muriendo en Sudáfrica en 1965, luego de escapar de los movimientos independentistas de Africa.

Respecto al libro en sí sigue los parámetros típicos del género: niño muy chico criado por animales salvajes (en este caso, leones) desarrolla habilidades físicas casi sobrehumanas. Descubierto por los blancos, es capturado y reconvertido como ser civilizado. Por supuesto resulta que además es el heredero de una fortuna. No logra adaptarse totalmente a la civilización pero allí conoce a una mujer que le entusiasma y viceversa. Vuelve a la jungla, peor termina al final con ella siguiéndolo y ambos enfrentándose a ese mundo con un pie en cada lado. Como ven un argumento muy peor muy parecido al de las dos primeras novelas de Tarzan… y de incontables otras historias del subgénero.

En ese sentido compararlo con la serie de E.R. Burroughs es ilustrativo del problema inherente que hizo que, finalmente, este subgénero desapareciera casi totalmente. Porque, si uno compara las dos primera novelas de Tarzan con esta primera novela de Kaspa, estilísticamente Stoneham es mucho mejor autor, con personajes mucho mas matizados y menos clisés ambulantes que ERB y una prosa mucho más tersa. Y sin embargo le falta el elemento que hacía a ERB un éxito: la fantasía desencajada. Todo en Kaspa es –evitando la premisa de que a un niño lo críen los leones– completamente realista, tanto en sus descripciones como en las reacciones psicológicas de los personajes. Y justamente la carencia de civilizaciones perdidas, acciones imposibles y criaturas desconocidas reduce al final a la novela a algo banal, en donde al final todo gira a si Kaspa quiere o no a Magadalena y si cederá a los demás parientes o no la herencia. Creíble. Melodramático. NI siquiera tedioso (Stoneham escribe bien). Pero que genera poco entusiasmo, a diferencia de ERB que o lo amas o lo odias pero no te deja indiferente.

Hubo una segunda novela de Kaspa, llamada “Kaspa, the lion man” (así que ojo con confundirlas a ambas: pese al título en español esta es la primera de ellas). La vedad no me mata encontrarla. No ha sido una lectura horrible pero tampoco me genera particularmente entusiasmo este libro.

El último deseo (Ostatnie życzenie, 1993)

El último deseo (Ostatnie życzenie, 1993)

Autor: Andrezj Sapkowski

Colección: Geralt de Rivia nro.1

Edita: Alamut, Madrid.

 

La verdad sea dicha, mis preferencias en fantasía apuntan hacia aquellas obras que se alejan de lo clisado. Entre un cuento de Conan y uno de Fafhard y el Ratonero Gris, me decanto por los relatos de estos dos. Entre una novela del llorica de Elric de Melniboné (personaje que compite con el Silver Surfer por el premio de Personaje con Mas Angustia Existencial del Multiverso) y una de Mundodisco, pues voy a por la segunda. Entre las complejidades de Tierra Media y las del mundo de Juego de tronos, me quedo con la segunda. Entre el héroe y el pícaro, prefiero leer al pícaro.

Comentando un día sobre este tema con un amigo dibujante, éste me recomendó que leyera la serie de Geralt de Rivia. Aquí estoy empezando con él.

Geralt es un brujo albino en un universo de fantasía relativamente típico, poblado de monstruos, magos, hechiceros y demás criaturas fantásticas con un aire medieval. Su trabajo es justamente eliminar a esas amenazas monstruosas por un precio. Y los relatos que hay aquí sirven básicamente para darnos una idea de cómo es Geralt y cómo responde a los diferentes trabajos contratados.

Y las dos palabras claves aquí son “spaghetti Western”. Porque, si le cambiamos las espadas por los revólveres y su traje por un poncho y un sombrero de ala ancha, tendríamos a un personaje salido de una película de Sergio Leone. Vagabundo, con códigos personales no necesariamente iguales a los esperables en la sociedad, antiheroico a cagarse, visto con curiosidad, respeto y temor por los demás, Geralt es uno de esos Hombres-Misteriosos-Que-Resuelven-Las-Injusticias-Y-Se-Van tan típicos de las películas de vaqueros hechas en Italia. Lo cual lo hace medianamente interesante.

Los cuentos que recopila este libro (unidos por una leve narrativa donde tenemos a Geralt recuperándose de un trabajo en un convento amigo) son historias muy bien narradas con momentos de humor pero básicamente con un tono tan melancólico como sucio, sin héroes y villanos marcados, donde la moral social y la ética personal chocan más seguido que las espadas. Y donde Geralt parece un Philip Marlowe disfrazado de Conan, un cínico con corazón de oro en el fondo.

No, no me cambió la vida. Pero sí es un buen libro con un protagonista que se aleja de lo normal. Justo como me interesa a mí. Iremos a por más.

BIBLIOTECA DEL TERROR.

BIBLIOTECA DEL TERROR.

Coleccionable semanal de 102 entregas.

Ediciones Forum. Barcelona, 1983-1985.

POR ARMANDO BOIX 

 

Imaginen a un muchacho de diecisiete años, a principios de los años 80. Imagínenme. Le entusiasma la literatura fantástica, en especial los relatos de terror. Empezó con Poe y Stoker, y hace solo un par de años descubrió a Lovecraft. Guiado por el profeta Rafael Llopis y su santo libro, Historia natural de los cuentos de miedo, que ha leído de cabo a rabo varias veces tomando apuntes, conoce casi todo lo que en aquel momento se puede encontrar del género en las librerías, pero tampoco es tanto. Al contrario que la ciencia ficción, que cuenta con varias colecciones especializadas con buena difusión y cadencia razonable en la aparición de novedades, al fantástico sobrenatural solo lo defiende como adalid la pequeña Editorial Fontamara y sus volúmenes aún más pequeños, dedicados en exclusiva a clásicos como Bierce, Wilkie Collins o Potocki. El resto de lo publicado en España son piezas solitarias, que pueden escaparse si no andas con la mira muy atenta.

Imagínenme. Sí, sentado ante el televisor, porque no solo de libros vive el adolescente. Viendo el episodio correspondiente de alguna serie. Y me interrumpe la odiada pausa publicitaria. Mi boca se abre; apenas me atrevo a parpadear, para no perderme detalle del anuncio. La televisión me está diciendo que un nuevo coleccionable ha aparecido en los quioscos, las dos primeras entregas por el precio de una, como es habitual: Psicosis y Frankenstein. Me presentan la «Biblioteca del Terror».

Emoción y placer, aunque no completa sorpresa. Poco tiempo antes, la Editorial Bruguera se había anotado un importante éxito con un coleccionable semanal dedicado a la narrativa policíaca: «Club del Misterio». Forum, la filial del grupo editorial Planeta centrada en las publicaciones periódicas, había intentado acercarse a sus buenos resultados comerciales con una copia en formato y tema titulada «Círculo del Crimen». Ahora volvía a probar suerte, pero cambiando de género.

Como sus precedentes, «Biblioteca del Terror» se nos ofrece cada siete días en un formato grande, 17x24 centímetros, similar a la mítica Biblioteca Oro, de Molino, y al tamaño de las revistas pulp americanas; aunque en este caso sin ilustraciones interiores. Igualmente, el texto se compone a dos columnas, con letras capitulares góticas, acordes con la temática. Sus portadas, de adusto fondo negro con tipografía en blanco y rojo sangre, se sirven en principio de motivos fotográficos, que poco tiempo después serán sustituidos por surrealistas collages a la manera de Max Ernst, responsabilidad de Emma Cohen.

El director de la colección era Juan Tebar. Filólogo de carrera nacido en Madrid en 1941, había desarrollado una extensa labor profesional en el mundo del cine como realizador y guionista. Suyo es el argumento original para La residencia, de Chicho Ibánez Serrador, y también varios guiones de Historias para no dormir. Como escritor, había compuesto algunos cuentos de miedo; pero su trabajo en el terreno editorial se ha centrado, después, sobre todo dentro de la literatura infantil y juvenil, y en la redacción de textos sobre cine.

«Biblioteca del Terror» constó de 102 entregas; aunque, como su extensión oscilaba entre 70 y 150 páginas, algunas obras de longitud considerable vieron necesaria su división en varias partes. El conjunto podía encuadernarse, si así se deseaba, en diecisiete gruesos y pesados volúmenes con unas tapas rojas de diseño poco inspirado y vulgar, que poca justicia brindaban a su interesante contenido.

Porque el punto fuerte de la colección era ofrecer, reunido por primera vez, el corpus fundamental de la literatura fantástica clásica. No faltarían, por tanto, los títulos más destacados de la novela gótica, como El castillo de Otranto, Los misterios de Udolfo, El italiano o El monje, incluso una antología de relatos cortos, mucho menos conocidos, de sus autores característicos. Defoe, a quien los historiadores anglosajones adjudican la redacción del primer cuento moderno de fantasmas, también obtendría su correspondiente entrega, acompañando a las dedicadas a Mary Shelley, Poe, Le Fanu, Dickens y Stoker. Las letras francesas obtendrán más que sobrada representación en los románticos Theophile Gautier, Gérard de Nerval o Charles Nodier, pasando por los folletinistas Paul Féval y Alexandre Dumas —de quien se publicarán completos Los mil y un fantasmas— y llegando a decadentes y simbolistas imprescindibles como J.K. Huysmans, Villiers de L’Isle-Adam o Marcel Schwob, sin olvidarse de Verne, Balzac y Maupassant. La lengua alemana solo se verá representada por El golem, de Gustav Meyrink, y un autor de esos que valen por ciento, con una selección de relatos y una extensa novela: E.T.A. Hoffmann. ¿Y las letras españolas? Ahí no salimos tan bien parados. Se reeditan Las noches lúgubres, de Alfonso Sastre, esencial; ¡Lovecraft, Lovecraft!, del colectivo Ofelia Dracs; una antología de terror clásico en dos partes; y una novela inédita, El hombrecillo de las gafas doradas, de José Luis Velasco, quizá de lo menos destacable en el sumario completo.

¿La colección tiene deficiencias? Las tiene. Un centenar de títulos son muchos, pero incapaces de abarcar un género tan rico. Toda la vocación completista en lo que se refiere a la literatura gótica y del siglo XIX, se convierte en carencias cuando miramos al XX. Aparecieron varias antologías y novelas de William Hope Hodgson, H. P. Lovecraft y M. R. James, es cierto; pero nada leeremos de Machen o Blackwood —deberemos esperar unos pocos años, a la deliciosa colección de Siruela «El Ojo Sin Párpado», para cubrir esas lagunas—. Tampoco se publicarán títulos que se me antojan imprescindibles en la historia de la literatura fantástica, como El Rey de Amarillo, de Rober W. Chambers. No se incluyen autores que sobrevivieron a la caída de «Weird Tales», como Leiber o Matheson, manteniendo la antorcha del género encendida en sus años más oscuros; incluso de un escritor tan conocido como Robert Bloch nada encontraremos, más allá de su célebre novela protagonizada por Norman Bates.

Por lo que se refiere a los autores contemporáneos, llama la atención la ausencia del popular Stephen King, aunque tal vez pueda comprenderse por una negativa de los editores propietarios de sus derechos a cederlos, al menos por un precio razonable. En su lugar sí nos tropezamos con un par de buenas novelas de su amigo Peter Straub —Fantasmas y La tierra de las sombras—, los textos que dieron origen a éxitos cinematográficos como La semilla del diablo, El exorcista y La profecía, y un puñado de autores menos conocidos o directamente inéditos al castellano. En ese apartado podemos citar a John Farris, Robert Wilson, Shaun Hutson, T.M. Monteleone o Charles L. Grant, de quien pudimos disfrutar tres novelas, las únicas publicadas en España, creo. Hay rarezas como Cuento infantil, del prometedor y desconocido T.M. Wright —aunque a estas alturas ya lleva publicadas diecisiete novelas y novelas cortas, todas sin traducir—, que en esta obra inaugural nos adentraba en un universo extraño y ajeno a las convenciones, o El muñeco que se comió a su madre, primera obra en formato largo de Ramsey Campbell, inédita todavía en español en cualquier otra versión.

Un esfuerzo editorial de tal magnitud no ha tenido parangón en la edición española hasta la llegada de la colección Gótica, de Valdemar; sin embargo, esta aún guardaba en el futuro. Imagínenme con diecisiete años, acudiendo puntualmente al quiosco y devorando cada entrega antes de que se pusiera a la venta la siguiente, como pocas veces me ha ocurrido con otras colecciones literarias. Imagínenme sumergido en un mundo imaginario, donde los espectros, vampiros y encantamientos son reales. Imagínenme. Así es el retrato de un adicto.

 

BIBLIOTECA DEL TERROR. Sumario completo.

 

1. BLOCH, Robert, Psicosis (Psycho; 1959). Novela. Tr: Carlos Paytuvi. 70 pags. 1983.

2. SHELLEY, Mary, Frankenstein (Frankestein or the Modern Prometheus; 1817). Novela. Tr: Francisco Torres Oliver. 110 pags. 1983.

3. LEVIN, Ira, La semilla del diablo (Rosemary’s Baby; 1967). Novela. Tr: Enrique de Obregón. 98 pags. 1983.

4-LOVECRAFT, H. P., El color que surgió del espacio. 5 relatos. Tr: Aurelio Martínez, Fernando Calleja y Francisco Torres Oliver. 74 pags. 1983.

5. DOYLE, Arthur Conan, El sabueso de los Baskerville (The Hound of the Baskervilles; 1902). Novela. Tr: Rufo G. Salcedo. 86 pags. 1983.

6. WALPOLE, Horace, El castillo de Otranto (The Castle of Otranto; 1764). Novela. Tr: Marcelo Covián. 82 pags. 1983.

7. WELLS, H. G., El hombre invisible (The Invisible Man). Novela. Tr: Julio Gómez de la Serna. 88 pags. 1983.

8. WRIGHT, T. M., Extraña simiente (Strange Seed; 1978). Novela. Tr: Marina Saura. 100 pags. 1983.

9. STEVENSON, Robert L., El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde y otros relatos (The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde). 1 novela y 3 relatos. Tr: Rufo G. Salcedo y Augusto Herranz. 64 pags. 1983.

10. VERNE, Jules, El castillo de los Cárpatos (Le château des Carpates; 1892). Novela. Tr: Esther Benítez. 88 pags. 1983.

11. JAMES, Henry, Historias de fantasmas (The Turn of the Screw. The Ghostly Rental). 1 novela y 1 relato. Tr: Soledad Silió y A. C. T. 94 pags. 1983.

12. BALZAC, Honoré de, El centenario (Le centenaire). Novela. Tr: Mercedes Juste. 116 pags. 1983.

13. LOVELACE, Delos, King Kong (King Kong; 1933). Novela. Tr: Horacio González Trejo. 80 pags. 1983.

14. MAUPASSANT, Guy de, Cuentos pavorosos. 18 relatos. Tr: Esther Benítez. 88 pags. 1983.

15. COLLINS, William Wilkie, El hotel encantado (The Haunted Hotel). Novela. Tr: R. L. N.C. 76 pags. 1983.

16. LE FANU, Joseph Sheridan, Carmilla y La posada del dragón volador (Carmilla. L’auberge du dragon volant). 2 novelas. Tr: Emilio Olcina y Marta Pérez. 116 pags. 1983.

17. GRANT, Charles L., Una tranquila noche de terror (A Quiet Night of Fear; 1981). Novela. Tr: Javier Mulas. 78 pags. 1983.

18. CAMPBELL, Ramsey, El muñeco que se comió a su madre (The Doll Who Ate his Mother; 1976). Novela. Tr: José Manuel Yánez. 100 pags. 1983.

19. MONTELEONE, T. M., Criaturas nocturnas I (Night Things; 1980). Novela. Tr: Gabriela Bustelo. 100 pags. 1983.

20. MONTELEONE, T. M., Criaturas nocturnas II (Night Things; 1980). Novela. Tr: Gabriela Bustelo. 96 pags. 1983.

21. DICKENS, Charles, Relatos espectrales. 7 relatos. Tr: José Méndez Herrera y Emilio Olcina. 96 pags. 1983.

22. POE, Edgar Allan, Cuentos de terror I. 16 relatos. Tr: Mauro Armiño. 122 pags. 1983.

23. POE, Edgar Allan, Cuentos de terror II. 12 relatos. Tr: Mauro Armiño. 122 pags. 1983.

24. HOFFMANN, E. T. A., El magnetizador y otros relatos. 7 relatos. Tr: Carmen Bravo Villasante. 114 pags. 1983.

25. DUMAS, Alexandre, Capitán de lobos I (Le meneur de loups; 1857). Novela. Tr: Adalberto Aguilar. 76 pags. 1983.

26. DUMAS, Alexandre, Capitán de lobos II (Le meneur de loups; 1857). Novela. Tr: Adalberto Aguilar. 70 pags. 1983.

27. DRACS, Ofelia, ¡Lovecraft, Lovecraft! (Lovecraft, Lovecraft!; 1981). 10 relatos. Emma Cohen. 72 pags. 1983.

28. HARDY, Thomas, Misterios de Wessex. 7 relatos. Tr: Marta Pérez. 98 pags. 1984.

29. DOYLE, Arthur Conan, El terror de las alturas. 6 relatos. Tr: Rufo G. Salcedo. 68 pags. 1984.

30. STOKER, Bram, La madriguera del gusano blanco (The Lair of the White Worm; 1911). Novela. Tr: Juan Antonio Molina Foix. 94 pags. 1984.

31. STOKER, Bram, Drácula I (Dracula; 1897). Novela. Tr: Carlos José Costas. 88 pags. 1984.

32. STOKER, Bram, Drácula II (Dracula; 1897). Novela. Tr: Carlos José Costas. 92 pags. 1984.

33. SELTZER, David, La profecía (The Omen). Novela. Tr: Antonio Bonnano. 78 pags. 1984.

34. STRAUB, Peter, Fantasmas I (Ghost Story; 1976). Novela. Tr: Lucrecia Moreno de Sáez. 148 pags. 1984.

35. STRAUB, Peter, Fantasmas II (Ghost Story; 1976). Novela. Tr: Lucrecia Moreno de Sáez. 92 pags. 1984.

36. SASTRE, Alfonso, Las noches lúgubres. 2 relatos largos y 24 ultracortos. 100 pags. 1984.

37. FARRIS, John, El intruso I (The Uninvited; 1982). Novela. Tr: Annie Pinto y Miguel Ángel Mendo. 60 pags. 1984.

38. FARRIS, John, El intruso II (The Uninvited; 1982). Novela. Tr: Annie Pinto y Miguel Ángel Mendo. 60 pags. 1984.

39. VELASCO, José Luis, El hombrecillo de las gafas doradas. Novela. 82 pags. 1984.

40. FÉVAL, Paul, Los dramas de la muerte I/El cuarto de Cupido (Les drames de la mort/Le chambre des amours). Novela. Tr: Elena del Amo. 92 pags. 1984.

41. FÉVAL, Paul, Los dramas de la muerte II/La vampira (Les drames de la mort/La vampire). Novela. Tr: Elena del Amo. 66 pags. 1984.

42. FÉVAL, Paul, Los dramas de la muerte III/La última noche (Les drames de la mort/La vampire). Novela. Tr: Elena del Amo. 72 pags. 1984.

43. ERKMANN-CHATRIAN Hugo el lobo (Hugues le loup et autres récits fantastiques). Novela. Tr: Adalberto Aguilar. 66 pags. 1984.

44. MEYRINK, Gustav, El Golem I (Der Golem; 1915). Novela. Tr: Rafael Lupiani. 70 pags. 1984.

45. MEYRINK, Gustav, El Golem II (Der Golem; 1915). Novela. Tr: Rafael Lupiani. 60 pags. 1984.

46. LEWIS, Matthew Gregory, El monje I (The Monk; 1895). Novela. Tr: Pablo Jiménez. 110 pags. 1984.

47. LEWIS, Matthew Gregory, El monje II (The Monk; 1895). Novela. Tr: Pablo Jiménez. 110 pags. 1984.

48. HUTSON, Shaun, Embriones (Spawn; 1983). Novela. Tr: Carlos José Costas. 134 pags. 1984.

49. LORRAIN, Jean, Cuentos de un bebedor de eter (Contes d’un buveur d’ether). 11 relatos. Tr: Elena del Amo. 56 pags. 1984.

50. WRIGHT, T. M., Cuento infantil (Nursery Tale; 1982). Novela. Tr: Marina Saura. 100 pags. 1984.

51. ERCKMANN-CHATRIAN El boceto misterioso (Hugues le loup et autres récits fantastiques). 10 relatos. Tr: Adalberto Aguilar. 84 pags. 1984

52. HUYSMANS, J. K., Allá abajo I (Là-bas). Novela. Tr: V. Ch. 68 pags. 1984.

53. HUYSMANS, J. K., Allá abajo II (Là-bas). Novela. Tr: V. Ch. 68 pags. 1984.

54. LOVECRAFT, H. P., En las montañas de la locura (The Outsider and Others; 1939). 1 novela y 2 relatos. Tr: Ana María Aznar. 92 pags. 1984.

55. WILSON, Robert, Pánico en el bosque I (Crooked Tree; 1980). Novela. Tr: Alicia Steimberg. 86 pags. 1984.

56. WILSON, Robert, Pánico en el bosque II (Crooked Tree; 1980). Novela. Tr: Alicia Steimberg. 92 pags. 1984.

57. MOLINA FOIX, Juan Antonio. (ed.), Pesadillas de celuloide. 7 relatos. Tr: Juan Antonio Molina Foix. 96 pags. 1984.

58. STRAUB, Peter, La tierra de las sombras I (Shadow Land; 1980). Novela. Tr: Alicia Steimberg. 120 pags. 1984.

59. STRAUB, Peter, La tierra de las sombras II (Shadow Land; 1980). Novela. Tr: Alicia Steimberg. 124 pags. 1984.

60. LE FANU, Joseph SheridanLas criaturas del espejo (In a Glass Darkly). 3 relatos. Tr: Cristina Crespo. 74 pags. 1984.

61. COSTAS, Carlos José (ed.) Antología de terror español clásico I. 8 relatos. 116 pags. 1984.

62. COSTAS, Carlos José (ed.) Antología de terror español clásico II. 8 relatos. 110 pags. 1984.

63. GRANT, Charles L., El sonido de la medianoche (The Sound of Midnight; 1978). Novela. Tr: Gabriela Bustelo. 98 pags. 1984.

64. GRANT, Charles L., La última llamada del luto (The Last Call of Mourning; 1979). Novela. Tr: Gabriela Bustelo. 100 pags. 1984.

65. RADCLIFFE, Ann, El italiano, o El confesonario de los penitentes negros I (The Italian; 1797). Novela. Tr: Carlos-José Costas. 114 pags. 1984.

66. RADCLIFFE, Ann, El italiano, o El confesonario de los penitentes negros II (The Italian; 1797). Novela. Tr: Carlos-José Costas. 94 pags. 1984.

67. MOLINA FOIX, Juan Antonio (ed.) Frenesí gótico. 5 relatos. Tr: Juan Antonio Molina Foix. 88 pags. 1984.

68. WILDE, Oscar, El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray). Novela. Tr: Francisco Cusó. 108 pags. 1984.

69. SALGARI, Emilio, El buque maldito (La novelle marinare che di mastro Catrame; 1894). 16 relatos entrelazados. No figura el nombre del traductor. 86 pags. 1984.

70. HODGSON, William Hope, La casa en el confín del mundo (The House on the Borderland; 1908). Novela. Tr: Rufo G. Salcedo. 76 pags. 1984.

71. MAUPASSANT, Guy de, Nuevos cuentos pavorosos. 14 relatos. Tr: Esther Benítez. 82 pags. 1984.

72. LAWRENCE, D. H., Historias de lo oculto. 7 relatos. Tr: Rugo G. Salcedo. 74 pags. 1984.

73. WILLIAMSON, J. N., El carruaje de la muerte (Death Coach; 1981). Novela. Tr: Nazaret Terán Bleiberg. 124 pags. 1984.

74. BLATTY, William Peter, El exorcista (The Exorcist; 1972). Novela. Tr: Raquel Albornoz. 146 pags. 1984.

75. DEFOE, Daniel, Historias de fantasmas y de crimen. 9 relatos. Tr: Leila Marien. 68 pags. 1984.

76. LE FANU, Joseph Sheridan, La profecía de Cloostedd (The Haunted Baronet). Novela. Tr: Francisco Torres Oliver. 74 pags. 1985.

77. BIERCE, Ambrose, El club de los parricidas. 13 relatos. Tr: Leila Marien. 66 pags. 1985.

78. TOLSTOI, Alexei / DOYLE, Arthur Conan, Vampiros escogidos. 5 relatos. Tr: Moria Van Helsing, Augusto Herranz y Rufo G. Salcedo. 106 pags. 1985.

79. De NERVAL, Gérard, Aurelia y otros cuentos. 4 relatos. Tr: Valeria Ciompi. 68 pags. 1985.

80. DUMAS, Alexándre, Los mil y un fantasmas I (Mille et un fantomes). 15 relatos. Tr: Mauro Armiño. 84 pags. 1985.

81. DUMAS, Alexándre, Los mil y un fantasmas II/La mujer del collar de terciopelo (Mille et un fantomes). Novela. Tr: Mauro Armiño. 86 pags. 1985.

82. DUMAS, Alexándre, Los mil y un fantasmas III/La historia de un muerto contada por el mismo (Mille et un fantomes). 6 relatos. Tr: Mauro Armiño. 82 pags. 1985.

83. DUMAS, Alexándre, Los mil y un fantasmas IV/El testamento del señor de Chauvelin (Mille et un fantomes). 2 novelas. Tr: Mauro Armiño. 92 pags. 1985.

84. DOYLE, Arthur Conan, Relatos de sangre y misterio. 7 relatos. Tr: Rufo G. Salcedo. 70 pags. 1985.

85. L’ISLE ADAM, Villiers de, Vera y otros cuentos crueles (Contes cruels, Nouveaux contes cruels). 11 relatos. Tr: Adalberto Aguilar. 68 pags. 68 pags. 1985.

86. VARIOS, Historias cómicas de terror. 1985.

87. SCHWOB, Marcel, El rey de la máscara de oro (Le roi de la masque d’or). 21 relatos. Tr: Sol Noguera. 88 pags. 1985.

88. POTOCKI, Jan, El manuscrito hallado en Zaragoza (Manuscrit trouvé à Saragosse; 1805-1814). Relatos entrelazados. Tr: Rufo G. Salcedo. 90 pags. 1985.

89. CONRAD, Joseph, La posada de las dos brujas. 5 relatos. Tr: Rufo G. Salcedo. 66 pags. 1985.

90. JAMES, M. R., Colección de fantasmas (The Collected Ghost Stories). 12 relatos. Tr: Alberico Cortón. 94 pags. 1985.

91. RADCLIFFE, Ann, Los misterios de Udolfo I (The Misteries os Udolpho; 1794). Novela. Tr: Carlos José Costas. 102 pags. 1985.

92. RADCLIFFE, Ann, Los misterios de Udolfo II (The Misteries os Udolpho; 1794). Novela. Tr: Carlos José Costas. 108 pags. 1985.

93. RADCLIFFE, Ann, Los misterios de Udolfo III (The Misteries os Udolpho; 1794). Novela. Tr: Carlos José Costas. 104 pags. 1985.

94. RADCLIFFE, Ann, Los misterios de Udolfo IV (The Misteries os Udolpho; 1794). Novela. Tr: Carlos José Costas. 98 pags. 1985.

95. HODGSON, William Hope, El reino de la noche I (The Nightland; 1912). Novela. Tr: Francisco Cusó. 106 pags. 1985.

96. HODGSON, William Hope, El reino de la noche II (The Nightland; 1912). Novela. Tr: Francisco Cusó. 112 pags. 1985.

97. HODGSON, William Hope, Los piratas fantasmas (The Ghost Pirates; 1909). Novela. Tr: Francisco Cusó. 72 pags. 1985.

98. HODGSON, William Hope, Cuentos de alta mar (Deep Waters). 6 relatos. Tr: Iria Brandán. 84 pags. 1985.

99. GAUTIER, Teophile, Relatos fantásticos I (Récits fantastiques). 10 relatos. Tr: Pablo A. Jiménez Burillo. 98 pags. 1985.

100. GAUTIER, Teophile, Relatos fantásticos II (Récits fantastiques). 2 novelas cortas. Tr: Pablo A. Jiménez Burillo. 94 pags. 1985.

101. HOFFMANN, E. T. A., Los elixires del diablo I (Die Elixire des Teufels. Nachgelassene Papiere Bruders Medardus, eines Kapuziners). Novela. Tr: Rafael Lupiani. 78 pags. 1985.

102. HOFFMANN, E. T. A., Los elixires del diablo I (Die Elixire des Teufels. Nachgelassene Papiere Bruders Medardus, eines Kapuziners). Novela. Tr: Rafael Lupiani. 82 pags. 1985.

Jirel de Joiry (1934-39)

Jirel de Joiry (1934-39)

Por Armando Boix

Autor: Catherine L. Moore

Colección: Ultima Thule

Traducción: Javier Martín Lalanda

Edita: Anaya, Madrid, 1996

 

En los años sesenta, tras el éxito de la reedición de las historias de Conan, muchos escritores populares se lanzaron a explotar el filón, creyendo tener entre manos una fórmula fácil y unas ventas seguras. Lin Carter, L. Sprague de Camp, Gardner Fox y John Jakes, por ejemplo, son unos pocos de aquella tropa, a la que habría que añadir también a Michael Moorcock, cuyo Elric estaba destinado a ser una imitación más del cimmerio y acabó convirtiéndose en héroe existencialista. 

De todas formas hay que retrotraerse a los años treinta para encontrarnos con la primera oleada importante de fantasía heroica. En las páginas de la revista «Weird Tales», antes y simultáneamente a los relatos de Robert E. Howard, publicó Clark Ashton Smith sus ciclos sobre Averoigne, Zothique e Hyperborea; Henry Kuttner contó las aventuras del príncipe Elak de Atlantis o Clifford Ball las de Duar el Maldito... También Catherine L. Moore, primera escritora de importancia de la ciencia ficción norteamericana, creó, como no, a la que sería primera heroína de espada y brujería: Jirel de Joiry.

La castellana Jirel, hermosa y juncal, no es una damisela con su defensa entregada lánguidamente a sus sirvientes o a un noble caballero; muy al contrario, es una soberbia espadachina, fuerte como pocos hombres y su mal genio constante la hace volcarse en la venganza con una fogosidad irreflexiva que la colocará en más de un aprieto. Sus aventuras transcurren en una Francia medieval más fabulosa que real -eco tal vez del Averoigne de C. A. Smith-, llena de señores feudales en guerra perpetua, hechiceros poderosísimos y dioses oscuros procedentes de otras dimensiones. Ella misma no dudará en poner su alma en peligro pactando con estas entidades si eso sirve a sus fines, para pavor del padre Gervasio, que intenta hacerla desistir. Jirel es una mujer acostumbrada al imperio sobre sus semejantes y no admite consejeros, amos ni maridos... Sexualmente liberada, se entrega a los placeres de la carne sin ningún tipo de pudor; pero sólo si es ella la que toma la iniciativa, lo que no deja de ser insólito en una heroína de ficción creada en los años 30. ¿Cuánto debe de haber en Jirel de los deseos reprimidos por esa muchachita provinciana que fue C. L. Moore?.

Los relatos que componen el ciclo de Jirel de Joiry padecen de una escritura tachonada de adjetivos, según los cánones de "Weird Tales". Esta prosa recargada y colorista puede exasperar al lector moderno, y a menudo enmascara la sutileza de C. L. Moore como narradora, que cuando no se embriaga en describir paisajes ultradimensionales sabe crear imágenes y escenas de fuerza poética, como en ese gran colosal relato El beso del Dios Negro, con Jirel llorando sobre el cadáver del que fuera su enemigo y, sin saberlo, su amado.

Aunque reconozco haberme aburrido en muchos momentos con la lectura del libro por su estilo y lo reiterativo del esquema de sus relatos, he de admitir el atractivo de la protagonista y su interés histórico como prólogo a una interesante carrera literaria, que alcanzará su cenit años después durante su colaboración con Henry Kuttner.

Red (1995)

Red (1995)

Autor: Jack Ketchum

Colección : Leisure Horror

Edita: Dorchester Publishing, New York, 2002

 

Avery Ludlow es viudo, veterano de la guerra de Corea y dueño de una tienda en un pequeño pueblo. Su única compañía es su perro Red. Mientras pesca un día, se le aparecen tres pendejos adolescentes armados. Y uno de ellos, con mucha mala leche, porque sí, mata de un escopetazo al perro. Cuando Ludlow intenta que sean castigados se encuentra con tres cosas, una peor que la otra:

1 – el que mató al perro es hijo de un tipo rico que no pretende hacer nada al respecto,

2 – la ley poco puede hacer por un perro muerto y

3 – que cualquier intento de su parte para que los jóvenes reconozcan la culpa se topa con respuestas cada vez más violentas. Y en este punto es donde las cosas empiezan a escalar de nivel…

Leyendo esta novela me acorde de ese corto de Laurel y Hardy donde ambos empiezan quebrando una ventana, el dueño les quiebra el faro del auto y termina todo con el autor y la casa directamente demolidas. Algo así pasa aquí. En su afán de que estos chicos reconozcan su culpa, Ludlow se enzarza en una lucha a ver quién la tiene más larga, que termina directamente como un Charles Bronson, Vengador Perruno, a los tiros en una escalada que resulta tragicómica. La rectitud moral de Ludlow (un personaje muy bien construido, con un fondo complejo y doloroso en su pasado) se topa con la actitud de “como tengo plata puedo hacerlo que quiera” de Danny McCormack y su padre, con un final que no desmerecería a Stephen King. Todo eso en escasas doscientas páginas tersas y altamente digeribles. Lo único que chirría un poco es el romance entre el sexagenario Ludlow y una comentarista de tele de la mitad de su edad que, la verdad, suena que está para poner una innecesaria cuota de sexo en una historia que podría pasar de ello sin problema. Por cierto, hay un filme del 2008 basado en esta novela.

Además este volumen tiene como bonus track un cuento largo del 2001, “The Passenger”, que es una maravilla psicotrónica. Una abogada se queda varada en la ruta y la recoge una antigua compañera de secundario que poco a poco va revelando que le faltan dos o tres jugadores para tener el equipo mental al completo. Súmenle a eso tres delincuentes que secuestran la camioneta luego de matar a un policía y huir y tenemos una “road movie” cada vez más demencial, donde hay asesinatos, violaciones, nazis sadomasos, guardaespaldas negros que detestan a los asesinos de niñas y orgías satánicas. Todo eso en solo 90 páginas. Ojala Robert Rodriguez o Tarantino lean esta historia porque sería MUY divertido verlos adaptarla para el cine. Olvídese de lo increíble de la situación (una pesadilla de esas que tanto teme la clase media en todo sentido, donde solo falta un comunista expropiador), relájese y goce con la historia delirante.

En síntesis, dos thrillers para matar el tiempo al precio de uno y de calidad más que decente. ¿Existirá edición en castellano?

 

CARSON DE VENUS

CARSON DE VENUS

POR ARMANDO BOIX

 

En 1939, un artículo del «Saturday Evening Post» calificaba a Edgar Rice Burroughs como el más importante escritor del mundo en aquellos días. Suena a exageración, pero si nos atenemos en exclusiva a la popularidad entre los lectores, no andaba muy desencaminado. Por aquel entonces la obra de Burroughs había sido traducida a más de cincuenta lenguas —incluso al esperanto—, y allá donde no llegó alguno de los veinticinco millones de ejemplares vendidos de las aventuras de su personaje Tarzán, el cinematógrafo lo convirtió en familiar a los públicos de todas las edades.

Es normal que tal éxito atrajera la atención de aquellos escritores menos imaginativos o afortunados, y que muchos entre éstos intentaran seguir sus pasos mediante la imitación de su reconocible forma de construir historias. Quien más se acercó al maestro, atrayendo a un considerable número de lectores, fue el hoy olvidado Otis Adelbert Kline. Como su modelo, había nacido en Chicago e igualmente sufrió de una juventud errática en la que se vio obligado a emplearse en un sinnúmero de oficios heterogéneos, el más interesante —desde el punto de vista que nos ocupa— el de agente literario, representando a escritores como Robert E. Howard, Frank Belknap Long, John W. Campbell y —sorprendentemente— F. Scott Fitzgerald.

Su bautismo creativo lo realizó como autor de letras para canciones y no empezó a publicar su obra narrativa hasta 1923, dentro de la revista «Weird Tales». Además de perpetrar sendas imitaciones de Tarzán, con Tam, Son of the Tiger (1931) y Jan of the Jungle (1931) —que generaría una secuela: Jan in India (1935)—, también alcanzó cierta fama en el campo del «sword and planet» —novela de aventuras interplanetarias, en la que la espada y otros aditamentos medievalizantes se superponen al escenario futurista, siguiendo las pautas marcadas por Burroughs en su serie marciana sobre John Carter—, con la trilogía ambientada en Venus y protagonizada por Robert Grandon, The Planet of Peril (1929), The Prince of Peril (1930) y The Port of Peril (1932).

Burroughs, al parecer molesto ante estas copias descaradas, le devolvió la torna. Si Kline había escrito un ciclo venusiano imitándole, él demostraría que era capaz de generar un ciclo de ciencia ficción en el mismo planeta, pero convirtiéndolo en mucho más popular. La primera de estas novelas, Piratas en Venus, se serializó en la revista «Argosy» en el mismo 1932.

Para esta obra Edgar Rice Burroughs creo a un nuevo héroe, el millonario y hombre de acción Carson Napier, aunque, como gustaba hacer a menudo, entrelazó sus aventuras con las de otros hijos de su imaginación e incluso con personajes reales, como el propio autor. En el primer capítulo, Burroughs se nos presenta a sí mismo en el despacho, mientras sigue con inquietud los radiogramas que llegan de Pellucidar, narrándole los avatares de la expedición de Tarzán, David Innes y Von Horst al centro de la Tierra —sucesos desarrollados en su novela Tarzán en el centro de la Tierra—. Una extraña carta procedente de México y firmada por Carson Napier le advierte de la próxima visita de una mujer y le ruega que recuerde sus palabras.

Burroughs no presta demasiada atención a la misiva, pero muy pronto volverá a su memoria cuando la cita anunciada llega a consumarse y una bella y misteriosa muchacha aparece en su cuarto: «Incluso si la joven no hubiera tenido un aspecto tan sobrenatural, no habría sabido qué hacer para recibirla a aquella hora, en la intimidad de mi alcoba, ya que ninguna mujer había invadido, hasta entonces, aquel recinto. Me creo bastante puritano». El tímido Burroughs no interpreta equivocadamente la visita de la desconocida y se limita a escucharla. Antes de desaparecer atravesando la pared, la mujer simplemente le dice que escriba a Carson Napier y el autor así lo hace, acordando su visita para el día siguiente.

A la llegada del aventurero le revela que la aparición de la muchacha era sólo una prueba para verificar la capacidad del novelista para recibir sus mensajes telepáticos, una habilidad aprendida de un mentor hindú que les será de extrema utilidad para continuar comunicándose en adelante, pues allá donde Napier piensa dirigirse no podrá servirse de ningún otro medio.

Porque Carson Napier está apunto de partir hacia Venus.

Napier, sabremos entonces, es el único heredero de una cuantiosa fortuna que le ha dejado tiempo libre para embarcarse en todo tipo de aventuras y caprichos. Estrella de la pantalla, deportista y viajero inveterado, el aburrimiento acabó por conducirle hacia el estudio. En Alemania aprendió de sus científicos todo cuanto podía saberse sobre cohetes y allí mismo surgió la idea en la que había embarcado sus caudales e inteligencia: construir una nave capaz de viajar hacia otro planeta, en concreto hacia Marte porque «entre todos los planetas, sólo Marte ofrecía probabilidades de estar habitado por seres parecidos a nosotros».


Puesto que la nave de Napier estaba diseñada sólo para lograr realizar un viaje de ida, la colaboración de Burroughs a la hora de interpretar sus mensajes telepáticos y convertirse en cronista de la expedición resultaba inapreciable. Burroughs acepta asumir la tarea y, solventado aquel último cabo suelto, Napier regresa a la isla de Guadalupe, donde el cohete casi está terminado.

La nave despega con éxito y todo parece desarrollarse según lo previsto... ¿Todo? En realidad no. Napier, en cuyos minuciosos cálculos creía haber previsto todas las variables, se había saltado inadvertidamente una bastante evidente: el cielo no está libre de obstáculos y la Tierra tiene desde hace mucho una compañera llamada Luna. El cohete, en su trayectoria, pasa demasiado cerca del satélite y su atracción gravitacional desvía el rumbo, y de un modo bastante radical, todo hay que decirlo. Si Napier pensaba viajar hasta Marte, en cuanto rehace sus cálculos descubre que se dirige de cabeza hacia el corazón del sol.

Por fortuna una nueva casualidad le salva la piel —y es que en las novelas de Burroughs el sistema solar es un pañuelo—: Venus se cruza en su camino y captura al cohete, lo cual no le augura mayores posibilidades de supervivencia. Al contrario que en otras novelas, donde Burroughs dejó volar libremente su imaginación sin preocuparse demasiado en documentarse para resultar verosímil, en la primera entrega de esta saga, Burroughs se ciñó escrupulosamente a los conocimientos de su época:

«Envuelto, como se halla (Venus), en una espesa capa de nubes, su superficie resulta eternamente invisible a los ojos humanos y se me ofrece como un misterio que intriga mi imaginación. Pero recientes investigaciones científicas en el mundo de la astronomía han determinado que las condiciones climatológicas de ese planeta rechazan toda posibilidad de que pueda alentar ninguna manifestación de la vida peculiar de la Tierra. Se ha llegado a la conclusión, según algunos astrónomos, de que, con relación al Sol, desde la era de su prístina fluidez, siempre ofrece la misma cara, como ocurre con la Luna respecto a la Tierra. De ocurrir eso, el calor extremo de un hemisferio y el frío exagerado del otro harían imposible la existencia de vida humana. Y aunque la opinión de sir James Jeans se viera confirmada por los hechos, cada uno de sus días y de sus noches serían mucho más largos que los de la Tierra. Las noches transcurrirían a una temperatura de trece grados bajo cero, Fahrenheit, y los largos días a una temperatura alta en proporción».

En atención a estas suposiciones, Burroughs creó en su novela un Venus de clima tropical, eternamente encapotado y abundante en selvas y agua. Si se equivocó, en esta ocasión no fue culpa suya —como en el tan mentado caso de su novela Tarzán de los monos, donde incluía tigres en la selva africana—. El Venus que nos plantea se ajusta al que imaginaba la ciencia y muchos escritores de ficción adoptaron —como Stanley G. Weinbaum, C. L. Moore o Leight Brackett—. Incluso Isaac Asimov, tan preocupado por la verosimilitud científica, mostró un panorama del planeta igual de errónea en su posterior novela En los océanos de Venus (1954). Hasta 1956, el uso de las microondas no permitió al equipo del astrónomo norteamericano H. Mayer advertir que la temperatura superficial era mucho más caliente, haciendo imposible la existencia de esa jungla pantanosa que había llenado tantas páginas de literatura pulp. Hoy sabemos que ronda los 475º centígrados, más que suficiente para fundir muchos metales.

Una vez Carson Napier abandona la cabina del cohete y salta en paracaídas a la velada superficie del planeta, sus aventuras subsiguientes continúan la línea de las que ya trazara para John Carter en el ciclo de Marte: combates constantes espada en mano, gigantescos depredadores hambrientos y una hermosa princesa en trance de ser rescatada y enamorada por el heroico hombre de la Tierra. Los seres inteligentes que encontrará son antropomorfos, con muy ligeras variaciones en su aspecto —básicamente puede cambiar el color de la piel y, en el caso de Marte, poseen otro sistema reproductivo—, y aunque son creadores de avances técnicos notables, por el contrario manifiestan una predilección injustificable por el uso de las armas blancas, al tiempo que sostienen estructuras sociales no muy distantes de nuestro medioevo. Los venusianos con los que tropezará Carson Napier, por ejemplo, han descubierto un suero de la eterna juventud y tienen armas basadas en la energía atómica —y recordemos, en honor de Burroughs, que sus novelas son muy anteriores al proyecto Manhattan— y en cambio salen de caza con lanzas y arcos, y desconocen la aeronáutica.

Sin embargo, más allá de la trama de aventuras sin descanso a las que Burroughs nos tiene acostumbrados, la serie dedicada a Venus es particularmente interesante de estudiar, con el objetivo de discernir la ideología reaccionaria de su autor. Por ejemplo, en estas obras los villanos son una parodia esperpéntica de los comunistas —como también eran bolcheviques los primeros enemigos de Tarzán—, retratados como personajes estúpidos, egoístas y violentos, por su baja extracción social, frente a la nobleza intrínseca de las clases altas. Merece la pena detenernos en una cita extensa para mostrarlos cómo lo hace Burroughs:

«Hace centenares de años los reyes de Vepaja regían los destinos de una gran nación. No estaban sus territorios confinados a estos bosques, sino que formaban un gran imperio con millares de islas, que extendían desde Strabol a Karbol, abarcaba grandes extensiones de territorio y océanos, populosas ciudades, y enorgullecíase de poseer un comercio floreciente que jamás había sido superado por ningún otro país en el curso de los siglos.

»Los habitantes de Vepaja sumaban en aquella época millones y millones. Pululaban por sus caminos los mercaderes, los empleados, los esclavos, y existía un número más reducido de trabajadores intelectuales. En esta última clase social se incluían los hombres de ciencia, los abogados, los hombres de letras y los artistas. Los jefes militares se seleccionaban entre los de todas las clases sociales. Por encima de todos ellos estaba el Jong hereditario.

»Las líneas divisorias de las clases sociales no se hallaban trazadas de un modo estricto. Un esclavo podía convertirse en hombre libre y los hombres libres podían escoger la profesión que les pareciera adecuada a su capacidad. En sus relaciones sociales, los cuatro estamentos más importantes no se interferían, debido a que los componentes de cada uno de ellos tenían poco de común con los de otros, aunque no ocurría esto por motivos de superioridad o inferioridad. Cuando un miembro de clase inferior se había ganado, por sus estudios o por su ingenio una posición en la clase más elevada, era recibido en ésta en un plano de absoluta igualdad, sin que nadie se preocupara de sus antecedentes.

»Vepaja era una nación próspera y feliz, pero había descontentos. Eran los perezosos y los incompetentes, y en su mayor parte pertenecía al sector criminal. Sentían envidia de aquellos que habían conseguido una posición que ellos se consideraban incapaces de alcanzar. Durante mucho tiempo fueron el origen de pequeñas discordias y disensiones, pero la gente no les prestaba ninguna atención o se burlaba de ellos. Sin embargo, encontraron un jefe. Era un obrero llamado Thor, hombre de antecedentes penales.

»Este individuo fundó una sociedad secreta que se llamó thorista y predicó un evangelio denominado thorismo. Por medio de la propaganda consiguió muchos prosélitos, y como todas sus energías iban dirigidas contra una de las clases sociales, obtuvo la simpatía de las otras tres, aunque, naturalmente, consiguió pocos partidarios entre los comerciantes, empleados y agricultores.

»La única finalidad de los jefes thoristas era el poder y encumbramiento personal. Sus móviles eran totalmente egoístas, pero como se movían entre masas ignorantes, no les fue difícil disimular sus propósitos. La consecuencia fue que estalló una sangrienta revolución, sumiendo en el caos la civilización  y el progreso.

»El objetivo de los revolucionarios era la destrucción de la clase culta. Los que perteneciendo a las otras clases se opusieran a sus designios, serían juzgados y aniquilados. El Jong y su familia habrían de ser asesinados y una vez conseguido todo esto, el pueblo sería libre. No habría amos, ni contribuciones, ni leyes.

»Efectivamente, consiguieron aniquilar a muchos de nosotros y a una gran parte de los comerciantes, y entonces las masas comprendieron lo que los agitadores sabían perfectamente: que alguien debía gobernar. Los jefes del thorismo se aprestaron a apoderarse de las riendas del poder. El pueblo había cambiado el benévolo gobierno basado en la experiencia de la clase culta por el de los incompetentes thoristas.

»Los vepajanos quedaron virtualmente sometidos a una terrible esclavitud. Un ejército de espías los vigilaba y otro de los guerreros les impedía revolverse contra sus nuevos señores. Las masas se sintieron miserables y horriblemente desdichadas.»

No deja de ser curioso su glorificación de un estado reconocido esclavista —que evidentemente es una versión muy personal del american way of life—, mientras presenta a un movimiento de intenciones igualadoras como perverso. Y más curioso resulta cuando Napier, en uno de sus accidentados viajes por Venus, va a parar a Havatoo, una ciudad de gentes perfectas, física e intelectualmente gracias a una cuidadosa selección racial que nos hacen pensar en el nazismo, especialmente cuando nos enteramos que, todo aquel que no alcanza lo mínimos exigidos, es exterminado. No hay que decir que Carson Napier, pese a algunos problemas iniciales, se adapta muy bien a esta sociedad y llega a integrarse felizmente.

La historia iniciada en Piratas en Venus se prolongó en tres libros más, Perdidos en Venus (1935), Carson de Venus (1939) y Huida de Venus (1946). Existe otro relato, publicado póstumamente en el volumen Tales of Three Planets (1964), conectado a la serie: The Wizard of Venus.

Aunque el ciclo de Venus no sea, a mi parecer, la mejor serie de novelas de Edgar Rice Burroughs, su influencia en otras obras de ciencia ficción se demuestra evidente y no sólo en su vertiente literaria, de hecho la que nos descubre más puntos de contacto, hasta casi rozar el plagio, es un cómic: el Flash Gordon que Alex Raymond empezó a publicar en los dominicales de prensa en 1933. No sólo el planeta Mongo adopta su misma extraña amalgama de medievalismo y alta tecnología, sino también algunos de sus pueblos están calcados de la obra de Burroughs, como es el caso de los hombres halcones —idénticos a los Klangan, los hombres pájaro de Venus— , los hombres colmillo —los kloonobargan—, Arboria —ciudad construida en las copas de árboles gigantescos, como la Vepaja de Piratas en Venus—, etc. Al final Edgar Rice Burroughs salió triunfante una vez más y eclipsó por completo a Otis Adelbert Kline. De hecho, muchas de las novelas de este último no abandonaron las páginas de las revistas hasta que el revival de la literatura pulp en los años 60 —con el rescate de la obra de Robert E. Howard, o las historias de Doc Savage y La Sombra— hizo que unos pocos de sus títulos llegaran a reeditarse en forma de libro. Burroughs, en cambio, no ha perdido jamás el favor de los lectores. Como dice John Clute «para muchos amantes de la CF resulta embarazoso admitir que cuando realmente quieren divertirse con un libro, siempre acuden a la estantería donde están las obras de Edgar Rice Burroughs (...) Tal vez no haya ningún secreto tras el enorme éxito de Burroughs, o uno muy simple: los héroes son la culminación de los deseos. Pero Burroughs no se restringe, ni nos engaña. Mientras dure el libro, el deseo es realidad.»

Flor de sombra (Fleur d’ombre, 1904)

Flor de sombra (Fleur d’ombre, 1904)

Autor: Charles Foley

Colección: La novela interesante (Biblioteca para la mujer)

Edita: B.Bauza, Barcelona, s/f (circa 1910?)

 

Una de las más grandes omisiones que generalmente hacemos los que nos ponemos a investigar la literatura popular se refiere a la literatura de escape para la mujer. Frente a la exhaustividad investigativa en géneros como el terror, la fantasía y la ciencia ficción (donde literalmente está mapeado más del 90% de lo publicado entre el siglo XIX hasta hoy) o incluso el panorama más o menos completo que tienen el policial, el género de aventuras o el western, la historia de la literatura popular para mujeres no solo es una perfecta desconocida para el gran público , sino entre los mismos estudiosos del tema, que en general tienen (tenemos) apreciaciones vagas sobre el fenómeno y conocen en general de rebote a autores que publicaron obras para el consumo femenino. Lo que resulta paradójico, ya que le público femenino SIEMPRE ha sido clave en el desarrollo de la literatura popular.

Corresponde remediar estos agujeros culturales. Y, como corresponde a este blog, empeñado en leer lo que nadie se acuerda de leer, hagámoslo un libro a la vez.

Charles Foley (1861 – 1956) fue un escritor francés que se especializó principalmente en romances históricos que publicó con gran éxito entre las décadas de 1880 y 1930. Por supuesto hoy por hoy está completamente olvidado pero, evidentemente por la cantidad de títulos en su bibliografía, fue un autor tan prolífico como exitoso. Sus obras también se publicaron en otros idiomas que el francés.

Pero vayamos a la novela. Todo empieza cuando el príncipe heredero del reino de las Grandes Islas (que queda clarísimo que es Gran Bretaña) decide que , antes que casarse por compromiso con la princesa de Germania prefiere suicidarse, dejándole el desaguisado a su hermano menor que le va a tocar ser rey. Este está felizmente casado con una joven francesa plebeya, Violeta, y tienen un hijo llamado Lolet. Algo que la Reina viuda de las islas no puede permitir: el futuro rey debe estar casado con alguien de su nivel, idealmente con la princesa alemán… germana, digo. Y para eso hay que sacarse a los dos estorbos llamados Violeta y Lolet.

Lo primero es separar al príncipe de su familia, llamándolo al castillo para que lo abrumen con tareas impostergables. Mientras tanto se eliminan todas las pistas (testigos de boda, documentos, etc.) que aseguren que hubo ese casamiento. Por cierto, parece que la boda fue MUUY privada porque parece que nadie se enteró... en seis años. Y después la cuestión es forzar a la pobre Violeta a irse a París con su hijo, por las buenas o por las malas… que es como termina siendo porque secuestran al niño y amenazan que solo lo devuelven en Paris. Así la pobre Violeta termina en Francia siendo oficialmente solo una amante del nuevo rey. Que también se resigna a la situación, por cierto. O sea el amor todo no lo puede: hay barreras infranqueables.

Y por supuesto la pobre Violeta sufre e intenta por todos los motivos ser recibida en palacio. Y no lo consigue.

No puedo decir que haya sido un descubrimiento revelador, pero dentro de lo esperable, la novela se hizo digerible. Obviamente no prima la acción sino los sentimientos de los personajes y tiene momentos muy “naif”. Pero es una lectura pasable no peor que leer a Isabel Allende o cualquier otro éxito de la literatura femenina de hoy día. A ver si seguimos recuperando viejos autores de este género tan olvidado.

 

Northwest Smith (1933-40)

Northwest Smith (1933-40)

Autor: Catherine L. Moore

Traducción: Javier Martín Lalanda

Colección: Última Thule.

Edita: Grupo Anaya,  Madrid, 1996.

POR ARMANDO BOIX

Quienes sostienen que la Space Opera no es sino un western disfrazado, en el que los caballos se sustituyen por cohetes, los vaqueros por astronautas y los indios por extraterrestres, mientras el espacio ocupa el lugar de las amplias praderas, encontrarán argumentos para defender su teoría en cuanto empiecen a leer este libro y tropiecen por primera vez con su protagonista en una calle de un pueblo marciano, la mano apoyada en la culata de la pistola que le cuelga del cinto y defendiendo a una muchacha extraña ante la muchedumbre.

   Como muchos héroes del Oeste, Northwest Smith no es precisamente un modelo de virtudes, y es de agradecer que C.L. Moore no cayera en la tentación de crear otro héroe impoluto e inhumano, de los muchos que animaban la literatura pulp. Es bebedor y mujeriego, las cicatrices que surcan su rostro testimonian una vida violenta y en todo el Sistema Solar la justicia acumula suficientes cargos en su contra como para hacerle pasar el resto de sus días a la sombra. Puede vender su pistola al mejor postor, robar por encargo o asaltar los mercantes espaciales en su ruta entre los planetas; sin embargo, aún le anima un cierto impulso caballeroso que, sin escarmentarse, le conduce una y otra vez a embrollos de origen sobrenatural.

   En la serie de Northwest Smith la ciencia ficción es sólo un telón de fondo apenas esbozado. Sus relatos pertenecen más a los géneros de la fantasía heroica o el horror cósmico -no en vano fueron publicados originalmente en «Weird Tales»-, y en ellos descubrimos ecos de las monstruosidades lovecraftianas, de los mundos fantásticos y decadentes de Clark Ashton Smith o de Abraham Merritt y sus fascinantes hechiceras... El lector al que le gusten este tipo de narraciones encontrará en los cuentos de C.L. Moore motivo suficiente de disfrute; los demás mejor harán absteniéndose. Se necesita un paladar entrenado y cierta predisposición de ánimo para saborear tantos horrores innombrables -pero profusamente descritos-, geometrías no euclidianas y destinos peores que al muerte.

   Al leer de un tirón textos que en su momento se publicaron espaciados en diferentes entregas de una revista, es más fácil captar su unidad temática; pero, por contra, acaba cansando su monotonía. La mujer fatal, la vampiresa -en todas las acepciones de la palabra-, es su figura principal, mucho más que el propio Northwest Smith, casi siempre víctima a la que sólo la intervención de terceros rescata de un final terrible. La vampiresa es la imagen del pecado que atrae y repele a la vez, del deseo reprimido por la moral decimonónica. Es la dadora de placer y la transmisora de enfermedad, la suprema meretriz. El mal encarnado.

   No deja de resultar curioso que sea precisamente una escritora quien dé a sus personajes femeninos tan negativo papel; pero los primeros relatos de C.L. Moore, cargados de un erotismo mórbido, son quizá, junto a los de Ashton Smith, los más perfectos modelos de la influencia que para la literatura fantástica de los años treinta supuso el arte simbolista, de donde proviene el estereotipo de la mujer destructora de hombres -para comprobarlo sólo hay que ver, por ejemplo, los cuadros de Munch u obras como Salomé, de Oscar Wilde-. Moore asume el estereotipo, tal vez por simple mímesis de sus modelos literarios, y lo desarrolla hasta el hartazgo. Es una lástima. El personaje de Northwest Smith es suficientemente atractivo como para echar a faltar mayor variedad temática y un protagonismo que le es robado. Con otros argumentos su vida podría haber sido más larga y no limitarse sólo a los trece relatos de su andadura; de hecho, aún hoy, personajes que parecen cortados por su mismo patrón, como el Han Solo de La guerra de las galaxias, consiguen captar las simpatías del público más que otros irreprochables y por eso mismo falsos y acartonados.

   Las medias tintas se acomodan mejor al retrato de la realidad que el elemental blanco y negro.